Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

II Macabeos 9, 12-18

12 Como ni él mismo podía soportar su propio hedor, decía: «Justo es
estar sumiso a Dios y que un mortal no pretenda igualarse a la divinidad.»

13 Pero aquel malvado rogaba al Soberano de quien ya no alcanzaría
misericordia, prometiendo

14 que declararía libre la ciudad santa, a la que se había dirigido antes
a toda prisa para arrasarla y transformarla en fosa común,

15 que equipararía con los atenienses a todos aquellos judíos que
había considerado dignos, no de una sepultura, sino de ser arrojados con sus
niños como pasto a las fieras;

16 que adornaría con los más bellos presentes el Templo Santo que
antes había saqueado; que devolvería multiplicados todos los
objetos


sagrados; que suministraría a sus propias expensas los fondos que se
gastaban en los sacrificios;

17 y, además, que se haría judío y recorrería todos los lugares
habitados para proclamar el poder de Dios.

18 Como sus dolores de ninguna forma se calmaban, pues había caído
sobre él el justo juicio de Dios, desesperado de su estado, escribió
a los
judíos la carta copiada a continuación, en forma de súplica, con el siguiente
contenido: